¿Héroe o villano?. Poco más de una semana después de su salida a bolsa, David  Ebersman, el encargado de apadrinar el estreno bursátil de Facebook, se ha  convertido en el blanco perfecto de las iras que rodean a la red social.
Su decisión en el último minuto de incrementar sustancialmente el número de  acciones a ofertar ha probado ser uno de los factores que gafaron la oferta  pública de venta más esperada del año. 
Ahora, mientras los reguladores diseccionan lo ocurrido y los inversores  buscan culpables, el futuro del director financiero de Facebook parece pender de  un delicado hilo que podría romperse en cualquier momento. 
Hasta aproximadamante las 11:30 de la mañana del pasado 18 de mayo, cuando la  primera cotización de la red social centelleó en las pantallas del Nasdaq OMX a  42,05 dólares por acción, Ebersman había sido considerado como "un buen tipo"  por la canina comunidad de inversores y analistas que pueblan Wall Street. 
Su fama de hombre amable sin ningún tipo de egocentrismo distaban, y mucho,  de su jefe, Mark Zuckerberg, el niño prodigio que fundó la red social más  importante del planeta. Sin embargo, el cúmulo de problemas, fiascos y acciones  legales que han aderezado uno de los estrenos bursátiles más decepcionantes de  los últimos tiempos, ponen en entredicho su labor.
A sus 41 años, Ebersman se ha criado principalmente entre los brazos del  gigante biotecnológico Genentech. Sus buenas artes a la hora de orquestar la  fusión con Roche Holdings, en una operación valorada en 46.000 millones de  dólares, fueron la tarjeta perfecta de presentación entre el corporate  norteamericano para este músico empedernido, que actualmente toca el bajo en  Feedband, un grupo originado en Facebook que suele versionar éxitos musicales.  
En marzo de 2005, cuando Genentech optó por nombrar director financiero a un  chaval de tan sólo 34 años, muchos expertos pusieron el grito en el cielo, hasta  que sus encuentros cara a cara con Ebersman probaron no sólo su validez sino su  capacidad para enfrentar las cuestiones más quisquillosas y peliagudas. Quizás  es por eso que cuando Facebook llamó a su puerta, no tuvo duda alguna en dar el  salto a una startup con menos de 1.000 empleados y con fama de no tomar  demasiado en serio a sus directores financieros. 
Tampoco hay que pasar por alto, que durante su periplo de más de 15 años en  Genentech, donde comenzó a trabajar en 1994 como analista de negocio, Ebersman  consiguió llamar la atención de Art Levinson, presidente de los consejos de  administración de la biotecnológica y también de Apple y le convirtió en uno de  sus protegidos.
En estos momentos, entre ingenieros informáticos y veinteañeros, Ebersman ha  sabido ganarse la confianza de sus nuevos camaradas a través de la música,  aunque su excesiva atención por el detalle es quizás la cualidad que más  comparte con Zuckerberg. Precisamente, es por ello, que tanto la prensa como la  comunidad de inversores se preguntan por qué la salida a bolsa de Facebook ha  estado marcada por tantos baches y la "incompetencia" de los distintos  encargados de hacerla realidad. 
Una de las grandes responsabilidades de Ebersman era tener bien atadas las  previsiones de crecimiento de la compañía, especialmente cuando sabía que, de lo  contrario, tendría que sugerir a sus suscriptores, que deberían revisar sus  recomendaciones. Ahora tendrá que convencer a los inversores de Facebook y a los  reguladores que pueden confiar plenamente en él, en un momento en que las  acciones de la red social evolucionan sin rumbo fijo.
elEconomista/ Nueva York

 
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