Las "dos sesiones" chinas -las reuniones anuales del Congreso Popular Nacional y la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, que tienen lugar todos los años en marzo- han captado siempre la atención mundial. Pero las reuniones de este año parecieron especialmente significativas, no solo por la transición en el liderazgo del país, sino también por su desaceleración económica en medio de llamadas a reformas más profundas. ¿Cómo responderán entonces los nuevos líderes chinos?
El problema es simple: nadie puede predecir con precisión cuánto durará la desaceleración. Las autoridades, faltas de confianza en su habilidad para recuperar las tasas de crecimiento anual del PIB previas a 2009, han reducido la meta oficial al 7,5%.
Muchos economistas comienzan con planteamientos aún más pesimistas y señalan a Japón como la evidencia de que, después de tres décadas, el vertiginoso crecimiento chino puede estar llegando a su fin. La economía japonesa, señalan, logró más de veinte años de rápido crecimiento sostenido. Pero en los cuarenta años posteriores a 1973, su crecimiento anual solo ha superado el 5% un puñado de veces y su producción se ha estancado en las últimas dos décadas.
Pero los pesimistas actuales deben considerar algunas diferencias fundamentales entre ambas economías. Por ejemplo, Japón ya era un país con altos ingresos en 1973. Su ingreso per cápita (en términos de paridad del poder adquisitivo) se encontraba aproximadamente al 60% del nivel estadounidense. Los "cuatro tigres asiáticos" (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwan) experimentaron una desaceleración del crecimiento de su PIB con un nivel de ingresos relativamente similar. Por el contrario, el ingreso per cápita chino solo se aproxima al 20% del nivel estadounidense. En otras palabras, no debemos subestimar el potencial de convergencia con los países desarrollados de la economía china.
Los pesimistas, sin embargo, dudan de que China pueda mantener la velocidad de convergencia de su crecimiento económico. Sostienen que el modelo actual de crecimiento, si no el sistema económico en términos más generales, está impulsando al país a una «trampa de ingreso medio». Atribuir los problemas a causas sistémicas es un hábito mental típico en China. ¿Pero puede realmente un sistema que ha mantenido treinta años de hipercrecimiento ser peor que aquellos adoptados en Japón y los "cuatro tigres"?
El sistema económico chino, desarrollado a partir de las instituciones de planificación central, debe haber tenido algún tipo de mérito durante este periodo. Pero el desarrollo y la estructura última de las instituciones económicas están íntimamente relacionados con el nivel de ingresos o la etapa de desarrollo económico de un país. Si algunos aspectos del sistema actual no pueden ser adaptados para apoyar un mayor crecimiento económico, es posible que terminen obstaculizándolo. Lo que realmente importa para el crecimiento económico no es si un sistema es el "mejor", sino si puede ser ajustado para apoyar una nueva fase de desarrollo económico. Desde esta perspectiva, es fundamental garantizar que el sistema económico esté abierto a la reforma institucional.
Ningún sistema económico, sin importar cuán "óptimo" sea, puede mantener el crecimiento en el largo plazo una vez que pierde su capacidad de ser reformado. Después su extraordinario milagro económico posterior a 1945, Japón cayó en un patrón de crecimiento ultrabajo, porque careció de flexibilidad para adaptar sus instituciones a una nueva fase de desarrollo económico caracterizada por una mayor competencia mundial. Por el contrario, Corea del Sur ha mantenido su impulso de crecimiento desde la crisis financiera asiática a fines de la década de 1990. Los economistas occidentales a menudo critican su sistema económico, pero el punto clave es que sus instituciones son flexibles y están abiertas al cambio, lo que implica un elevado nivel de capacidad de recuperación económica.
¿Por qué algunos sistemas admiten reformas y otros no? En los últimos años, la investigación ha indicado que los intereses creados y poderosos grupos de presión distorsionan las políticas económicas y llevan a los gobiernos a perder buenas oportunidades. Un sistema receptivo a la reforma requiere que el gobierno tenga más poder o riqueza que cualquier grupo de interés para poder implementar objetivos de largo plazo en sus políticas y garantizar el éxito de la reforma.
Por ejemplo, Yao Yang, de la Universidad de Pekín, ha sostenido que el Gobierno chino es capaz de decidir las políticas adecuadas en los momentos críticos porque no se ve excesivamente influido por grupos de interés. Es esta neutralidad, afirma, la que explica el éxito de la transición económica china y sus tres décadas de rápido crecimiento económico. Pero, ¿qué ocurre actualmente? China está ingresando en una nueva fase de desarrollo y la reforma institucional en áreas clave -en especial en el sector público, la distribución del ingreso, la propiedad de la tierra, el sistema de registro de hogares y el sector financiero- se ha tornado imperativa.
Obviamente, la reforma es más difícil hoy que cuando China comenzó su transición económica. Las empresas estatales, por ejemplo, constituyen actualmente el 40% de los activos corporativos totales, pero solo el 2% de la cantidad de empresas, lo que implica una significativa influencia política. Pero parece improbable que China siga los pasos de, digamos, Rusia. Por el contrario, la acumulación de riqueza en manos del gobierno chino debiera aumentar su capacidad para impulsar la reforma.
La flexibilidad institucional ha sido la clave de la transición económica china y de su rápido crecimiento durante las últimas tres décadas, y es de fundamental importancia que el gobierno chino mantenga su neutralidad y evite ser capturado por grupos de interés. En resumidas cuentas, las autoridades deben garantizar que el sistema se mantenga abierto al cambio en el largo plazo. De eso depende la implementación exitosa de otra ronda de reformas de gran alcance.
Zhang Jun, Profesor de Economía y director del Centro Chino de Estudios Económicos en la Universidad de Fudan, Shanghái.
©Project Syndicate, 2013
El economista.es 30.04.2013