domingo, 18 de diciembre de 2011

Un año distinto

Sin dudas, para quienes participan de los mercados financieros en forma activa, 2011 no ha sido un año más.
El eje sobre el cual se mueven los mercados, que se basa en informes macroeconómicos, ha sido remplazado por una serie de acontecimientos que, en algunos casos, parecen extraídos  de manuales de historia de republiquetas, y no de países bien constituidos.
 Así, las renuncias de los ahora ex Primeros Ministros de Italia y Grecia, Berlusconi y Papandreauo respectivamente, han mantenido en vilo a los inversores de todo el mundo, mucho más que los datos de empleo, PBI o inflación de los países centrales.
 Pero conviene hacer un repaso de lo sucedido en todo este año, que acaso se vio coronado, negativamente, por lo mencionado en Italia y Grecia, cuyas crisis están bien lejos de ser superadas.
 Allá por enero, el índice Dow Jones alcanzó un máximo en casi 13000 puntos, que se situó a relativamente poca distancia de su más alto valor histórico, al cual llegó a su vez antes de la crisis de 2008.  En ese tiempo, nos preguntábamos si a las empresas cotizantes les iba tan bien como para justificar semejante movimiento, y la respuesta la tuvimos rápidamente: una tremenda toma de ganancias lo hizo regresar a la zona de 10300 puntos, demostrando que el exceso de liquidez, ante las enormes inyecciones de dinero de la Fed, había hecho lo suyo y cumplido su cometido: inflar las acciones para dar la imagen de solidez.  La mejora en la economía, quedó para otro momento, que aún no llegó.
 El Gobierno de Estados Unidos, acorralado por las elecciones presidenciales del año 2012, y aun digiriendo la derrota de las elecciones de medio término, comenzó a cometer una innumerable cantidad de errores, que se vieron coronados por dos hechos casi históricos:  estuvo a punto de entrar en default, con las consecuencias que ello habría producido en la economía mundial (no sus bonos, que son aún, y por muchísimos años más el tesoro más preciado de los mercados), y a consecuencia de ello, recibió la primera rebaja de su nota crediticia, por parte de Standard & Poor´s.
Entre el Gobierno con evidente impericia, y una oposición consciente de la situación y buscando aprovechar la debilidad del momento, se las han arreglado para jugar hasta último momento con la mayor economía del mundo, lo cual no hizo más que agravar la crisis que ya se había desatado en Europa, al transmitir una desconfianza absoluta a los mercados.
Al CEO de Standard & Poor´s, de todos modos, no le salió bien la jugada, y debió dejar su cargo.  Pero el daño ya estaba hecho, y la segunda parte del año se vio teñida de torpezas por parte de los líderes europeos, que no acertaron a buscar una solución sustentable a la crisis.
Interminables cumbres, conferencias, hombres y mujeres con gestos graves y ampulosos, que al cabo solo buscaron preservar sus cómodos lugares de instituciones cada vez más vetustas, ineficientes y burocráticas, llegaron a principio de noviembre a una conclusión que disfrazó un default que nadie se atrevió a mencionar:  recortaron la mitad de la deuda de Grecia, y le impusieron un ajuste fácil de aplicar desde los escritorios, pero insoportable para una población acostumbrada a los placeres de recibir subsidios a cambio de nada.
Lo mismo, aunque de otra manera, pasó con Irlanda y Portugal.  Enormes inyecciones de dinero, sin recorte de deuda, lograron ponerles paños fríos a esos países, aunque en ninguno de los casos se ha atacado la causa del problema:  los subsidios, el gasto público que es fácil de tomar, sobre todo cuando detrás del deudor está Alemania y sus aliados, y muy difícil, casi imposible, de eliminar sin generar un levantamiento civil, como sucede en Grecia prácticamente a diario.
De modo que se podrán tapar defaults con eufemismos, con dinero y con nuevos gobiernos.  Pero las fiestas de subsidios se pagan de una u otra manera, y a ese escenario está recién comenzando a asistir Europa.
El ganador del año ha sido Alemania.  Siendo la locomotora europea, pareció estar ajena a la crisis de sus socios, y logró tener una tasa de desocupación menor a la de antes de la crisis de 2008, y afianzarse como mayor exportador del mundo, a caballo de la calidad de sus productos, y del enorme valor agregado que les imprime a los mismos.
La otra gran potencia económica mundial, Japón, comenzó muy mal el año, con un terremoto al norte de Tokio que, al margen de los daños económicos que le produjo, fue el instrumento elegido por los hedge funds para atacar al Yen, que día a día batió records históricos ante el Dólar.
Con el apoyo explícito del G7, el Banco de Japón inició una serie de intervenciones, resistidas desde tiempo atrás, pero avaladas ante la emergencia.  Dichas medidas no tuvieron efecto prolongado, y el Yen no se ha alejado en todo el año de sus máximos, aún ante la justificada protesta de las empresas exportadoras, sobre todo las de la industria electrónica y automotriz, principales perjudicadas.
El oro fue también gran protagonista de 2011.  Para sorpresa del gran público, aunque no de quienes conocen ese pequeño pero simbólico mercado, la onza estuvo a principios de septiembre a pasos de los 2000 dólares, para sufrir una fuerte toma de ganancias posterior.  El fin de año encuentra al oro con una firme tendencia alcista, y listo para superar dichos guarismos.    Cabe recordar que hace poco más de dos años, la India compró centenares de kilos de oro al FMI, en una decisión que no parecía tener sentido en ese momento.  Pero siempre hay alguien que lee los periódicos del año siguiente.
El alza del oro llevó a las nubes al Dólar australiano, que empujado por tal circunstancia y por su cercanía con China, principal destino de sus exportaciones, superó 1,10 en septiembre, para entrar en la misma confusión del resto de las monedas líderes a partir de octubre.
Y el petróleo, la otra gran referencia que tienen las divisas, tuvo un año muy fluctuante.  En línea con los pronósticos previos, el barril WTI superó los 100 dólares pero cayó debajo de los 80 más adelante, ante el agravamiento de la crisis financiera internacional.  Su alza de los últimos meses del año tiene que ver con una cierta mejora en los indicadores económicos de Estados Unidos, y también con un alto componente especulativo.  Tanto el Dólar canadiense, como el Peso mexicano, se movieron punto a punto con el petróleo, sin sorpresas, aunque fue llamativa la caída de este último, superando los 14 Pesos por Dólar en un rápido movimiento favorable a la moneda estadounidense.
Lo sucedido con el Franco suizo, por otra parte, demuestra que lejos quedó la fluctuación de los tipos de cambio por oferta y demanda genuina, para dar paso a la especulación por parte de fondos de inversión, principalmente.
 La moneda helvética inició, apenas ocurrido el sismo en Japón, un camino idéntico al del Yen, que en su momento se atribuyó a una búsqueda de refugio.  Cuando rozó 0,70 ante el Dólar, se terminó la paciencia del Banco Nacional de Suiza, que muy tardíamente reaccionó para anclar al Franco contra el Euro con un techo de 1,20.
 A partir de allí, el Franco perdió valor como moneda de trading, dado que no tuvo más remedio que seguir los pasos del Euro, aunque llegó a despegarse de ese techo, para buscar la zona de 1,25, tal como previnieron las autoridades del BNS oportunamente.
 Un año muy particular 2011, en el que se rompieron ciertas reglas de oro, se vulneraron principios que parecían marcados a fuego, que pusieron de manifiesto que el mundo está en manos de individuos que, por lo menos, no están capacitados para liderar, y que, yendo un poco más allá, solo buscan proteger sus ambiciones políticas.
 Un año en el que la economía y las finanzas vieron demasiadas veces los nombres de los primeros ministros escritos en sus páginas, en el que hasta el director gerente del FMI fue preso, un año en el que el petróleo dejó por un tiempo de responder a las expectativas de demanda, para seguir los pasos de un dictador libio finalmente ajusticiado con sus propios métodos.
 La última cumbre de líderes europeos, una más de tantas, y una vez más catalogada como histórica y llamada a salvar la integridad continental, no dio señales de aliento a los mercados.
 Sí, tal vez, las dan los indicadores de empleo de Estados Unidos, que lentamente van tomando un color distinto al de los últimos tiempos.
 Ojalá 2012 traiga un poco de normalidad a los mercados.  Que el primer viernes de cada mes, minutos antes de comenzar la sesión americana, el mundo financiero espere con gran expectativa el dato de empleo de Estados Unidos.  Que las conferencias de prensa de Mario Draghi, al frente del Banco Central Europeo, sean sobrias y apunten a contener la inflación por una recuperación de economía del viejo continente.
 Que, finalmente, quienes tienen en sus manos la toma de decisiones relevantes, tengan la sabiduría suficiente  a la hora de buscar soluciones.


ADRIAN AQUARO
DIRECTOR-TRADER COLLEGE





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