En los siete años que han transcurrido desde que los bancos centrales del mundo respondieron a la crisis financiera recortando las tasas de interés, más de una decena de economías avanzadas han tratado de subirlas. Sin embargo, ninguna de ellas, un grupo que abarca a la zona euro, Suecia, Israel, Canadá, Corea del Sur, Australia, Chile y otros países, ha logrado sostener tales alzas a los niveles pretendidos.
Su experiencia pone de manifiesto un riesgo para la Reserva Federal de Estados Unidos en los precisos momentos en que contempla un alza de las tasas por vez primera en casi una década. Cualquiera sea la decisión que adopten en la reunión de esta semana, el banco central prevé incrementos modestos, pero constantes, de los intereses durante los próximos tres años. Si su diagnóstico es acertado, la economía estadounidense se seguirá expandiendo, el desempleo se estabilizará a un nivel bajo y la inflación ascenderá lentamente a medida que avancen.
No obstante, la reciente experiencia de otros países sugiere que la economía se puede interponer en el camino y que las tasas seguirán siendo excepcionalmente bajas por un lapso prolongado.
Los giros en U de los bancos centrales en los últimos años tienen causas y consecuencias distintas. Al Banco Central Europeo le preocupaba en 2011 un alza en los precios de las materias primas. La preocupación principal de las autoridades monetarias de Suecia, Canadá, Australia e Israel era el auge del sector inmobiliario. El Banco de Canadá y otros bancos centrales constataron una recuperación de la economía y un descenso del desempleo y estimaron que había llegado la hora de subir las tasas.
El Banco de Israel, encabezado por el actual vicepresidente de la Fed Stanley Fischer, fue uno de los primeros en poner manos a la obra. Empezó a elevar los intereses desde 0,5% en septiembre de 2009, justo cuando la economía global consolidaba su recuperación, y los llevó a 3,5% para mayo de 2011. Sin embargo, la economía israelí sufrió los embates de la crisis europea y ante el debilitamiento de la inflación, el sucesor de Fischer, Karnit Flug, ha recortado las tasas a 0,10%.
Dos bancos centrales que no han aumentado los intereses desde la crisis, la Fed y el Banco de Inglaterra, han registrado repuntes más vigorosos que el resto y su paciencia podría rendir frutos: sus economías podrían gozar de la salud suficiente para convivir con tasas más altas.
La experiencia internacional post-crisis ofrece una lección, dijo Marcus Wright, economista de Royal Bank of Scotland, quien ha estudiado los cambios de políticas de los bancos centrales de las economías desarrolladas. “Hay que ser muy, pero muy cuidadosos a la hora de subir las tasas de interés. Las razones tienen que ser sumamente poderosas”.
Suecia comenzó a subir los intereses en 2010 ante la preocupación de que el crédito barato estuviera provocando un sobrecalentamiento del mercado inmobiliario. Pese a un desempleo alto, el Riksbank aumentó su tasa de referencia en 1,75 puntos porcentuales a 2% entre julio de 2010 y julio de 2011. La inflación descendió y la creación de empleo disminuyó. Cuando la ola expansiva de la crisis griega acentuaba el golpe sobre la economía sueca, el Riksbank revirtió el curso y empezó a recortar las tasas en diciembre. Suecia es ahora una de un puñado de economías europeas con tasas de interés negativas, es decir que les cobra a los bancos por guardar sus reservas en el banco central.
“Subir las tasas en forma prematura puede tener costos enormes, como ha ocurrido en el caso sueco”, dijo Lars Svensson, quien renunció a la vicepresidencia del banco central en 2013 como señal de protesta por sus decisiones.
Muchos factores mantienen bajas las tasas de interés, varios de los cuales escapan del control de los bancos centrales. Las desaceleraciones de las economías en desarrollo, en especial China, han debilitado la demanda por materias primas y reducido los precios. Los bancos de las economías desarrolladas han demorado en superar la crisis de 2007-09, lo que ha reducido el crédito al sector privado. El envejecimiento de la población en las economías desarrolladas y el bajo crecimiento de la productividad han socavado la capacidad de las economías para sustentar las alzas de tasas que los bancos centrales buscaban. Además, las políticas de austeridad de los gobiernos han dejado a los bancos centrales solos a la hora de estimular la economía.
Los bancos centrales no pueden subir las tasas más allá de lo que los fundamentos de sus economías puedan soportar a largo plazo, manifestó Svensson. En el entorno post-crisis, los bancos centrales tienen problemas para fijar tasas lo suficientemente bajas para dinamizar la economía, observó.
Algunos bancos centrales reconocen los beneficios que brinda la perspectiva del tiempo, pero insisten en que deben reaccionar a la evolución de la economía en tiempo real.
Per Jansson, vicepresidente del Riksbank respondió a los críticos en un discurso pronunciado en 2014. “Con la perspectiva del tiempo, es claro que la política monetaria pudo haber sido algo más expansiva si hubiésemos sabido que la inflación iba a ser tan baja como lo ha sido”, aseveró. Sin embargo, “esta es una consecuencia natural e inevitable del hecho de que la política monetaria tiene que basarse en proyecciones, las cuales son inciertas”.
Jean-Claude Trichet, ex presidente del BCE, quien defendió un alza de tasas en 2011, dijo que era necesario reaccionar al aumento de la inflación producido por los precios de los commodities y la amenaza de que las familias y las empresas incorporaran un aumento de la inflación en sus cálculos futuros. El mandato del BCE contempla una inflación en torno a 2% y la entidad cumplió “exactamente lo prometido” durante su gestión, enfatizó Trichet en una entrevista. Los posteriores recortes de tasas ocurrieron después de su partida y después de que el panorama de precios cambiara, agregó. Trichet dijo que usó otras herramientas para combatir las turbulencias de los mercados, como la compra de bonos y el otorgamiento de préstamos de emergencia a los bancos.
La propia historia de la Fed sugiere que subir las tasas después de una crisis financiera puede ser un proceso extremadamente lento y propenso a las equivocaciones.
En 1936, siete años después del colapso bursátil de 1929, el banco central estadounidense subió las tasas sobre los requisitos de reservas de los bancos. El gobierno también trataba de prevenir el ingreso de oro proveniente de un alza de la oferta de dinero y aumentó los impuestos y recortó el gasto fiscal para mejorar sus finanzas. La combinación de políticas hizo que los bancos redujeran sus préstamos, lo que afectó el empleo y el crecimiento. EE.UU. cayó en su tercera peor recesión del siglo XX.
La Fed cambió de rumbo e inició una política de crédito barato que persistió hasta bastante después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Las tasas de los bonos del Tesoro a tres meses no superaron 1% hasta 1948 y no se empinaron sobre 2% sino hasta 1952, casi un cuarto de siglo después de la crisis de 1929.
La Fed dice que ahora prevé actuar en forma más gradual. Sin embargo, sus expectativas de tasas de interés pueden ser demasiado altas. La entidad estimó en junio que su tasa de referencia, la de fondos federales, pasarían de casi cero a 1,625% para fines de 2016 y a 2,875% para fines de 2017.
Los inversionistas no comparten esa opinión. Los mercados a futuro prevén que la tasa de fondos federales se ubicará en menos de 1% a fines de 2016 y menos de 1,5% a fines de 2017.
En anticipación a la próxima reunión de la Fed, algunos funcionarios han dicho que esperan reducir sus proyecciones de tasas en el futuro. Sus cálculos sobre dónde se ubicarán las tasas a largo plazo se han movido a la baja en medio punto porcentual durante los últimos tres años.
Sin embrago, la historia y las expectativas del mercado sugieren que lo que es gradual a los ojos de la Fed, quizás no sea lo suficientemente gradual.
Webgrafia: THE WALL STREET JOURNAL
Autor: Harriet Torry y Jon Hilsenrat
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