Angela Merkel conversa con Alexis Tsipras y François Hollande. Reuters
El juego de la gallina ha terminado. Ya no hay más posturas. Las tensas negociaciones entre Grecia y el resto de Europa han concluido gracias a la amenaza de expulsión del euro. Al final, el miedo griego a dejar la Eurozona era mayor que el miedo alemán a forzar la salida. Sin embargo, la concepción de un acuerdo frágil e incierto puede tener un enorme coste, tanto político como económico, con una Europa dividida y un eje franco-alemán, base de la unión, que sale debilitado.
El momento decisivo llegó en el tenso Eurogrupo del sábado, cuando el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, puso sobre la mesa algo que hasta ahora había sido tabú: una salida de Grecia del euro aunque fuera 'solo' durante un periodo de cinco años. De este modo, Alemania aceptaba el órdago implícito de Alexis Tsipras, primer ministro heleno, y colaba el Grexit en las negociaciones.
La atmósfera de la reunión llegó a ser "extremadamente dura, violenta", tal y como describe el diario británico Financial Times. Y llegó a un punto que tuvo que ser suspendida cuando el propio Schäuble "se lanzó a la yugular" de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), quien también participó en la reunión, durante un "tenso cara a cara". "No soy idiota", espetó el alemán al italiano, momento en que el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, dedició dar por concluida la sesión.
La bronca entre Schäuble y Draghi escenifica además la ruptura de la troika, con posiciones evidentemente enfrentadas entre todas las instituciones. Alemania y sus acólitos ya se habían enfrentado con el FMI (y de paso EEUU) y con la propia Comisión Europea, y ahora, sin embargo, deberán cooperar en la difícil supervisión del programa griego si es que llega a implementarse.
La "mala fe" de Alemania
Por otro lado, la división también parece más que evidente entre los países miembros. A pesar de los esfuerzos de la canciller alemana, Angela Merkel, y del presidente francés, François Hollande, ya no se ocultan las diferentes visiones sobre Grecia. Desde el país galo se ha filtrado que "la mala fe ha llegado ahora desde los acreedores", una postura que parece compartir Italia, el otro gran defensor de Grecia ante una pléyade de países exigiendo cada vez más mano dura con Tsipras.
Porque la postura de la línea dura no se limita a Alemania. Merkel y Schäuble cuentan con el apoyo de Holanda, Finlandia, España y Portugal, así como de miembros más pequeños como los países bálticos, Eslovenia o Eslovaquia. Muchos de ellos por razones de política interna (gobiernos sostenidos con aliados de extrema derecha o euroescépticos) y otros porque apuntan que solo el hecho de negociar un tercer rescate ya es demasiado.
Nada mejor para ilustrar el drama de la fractura de la Eurozona que la postura de Luxemburgo. País saneado y tradicionalmente alineado con Alemania, ha advertido que empujar a Grecia fuera de la Eurozona traería un "conflicto profundo" con Francia y sería una "catástrofe para Europa". Jean Asselborn, ministro de Exteriores del país, advertía en el diario Süddeutsche Zeitung que "sería fatal para la reputación de Alemania en la Unión Europea y en el resto del mundo" no aceptar la oportunidad que supone la oferta de reformas y recortes de Grecia.
Porque aunque parezca una clara victoria de Alemania, por el camino se ha mostrado la debilidad de la Eurozona, pendiente de un acuerdo frágil que todavía tiene que pasar muchos obstáculos para convertirse en realidad, tanto en Grecia como en el resto de Europa, donde cada vez hay más voces que abogan directamente por la expulsión.
Al borde de la ruptura
El escuálido acuerdo alcanzado tras la amenaza de expulsión del euro ha dejado a Alexis Tsipras como un "perro apaleado", tal y como describen fuentes europeas a la agencia Bloomberg. Otras fuentes reiteran al FT que fue "crucificado", en la cumbre de líderes europeos, que no fue menos tensa que la de ministros de Finanzas.
De hecho, la tensión estuvo a punto de acabar en ruptura. A las 6:00 de la mañana de hoy, Tsipras y Merkel llegaron a la conclusión de que no había manera de llegar a un acuerdo, principalmente por la exigencia del fondo de 50.000 millones con activos griegos, casi un tercio de su economía. Sin embargo, Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, les impidió dejar la habitación, y finalmente, tras una hora más de discusión y más de una docena de esquemas distintos, Tsipras capituló.
Grecia, finalmente, ha perdido en el juego de la gallina que mantiene con Alemania. Porque su miedo a una colisión frontal en forma de salida del euro ha sido mayor que el miedo de Alemania a dejarla ir y que no pague sus deudas. El referéndum del pasado 5 de julio ha resultado fatal para Tsipras, que en lugar de obtener una mejor posición negociadora ha conseguido una respuesta extrema de Alemania y sus aliados más duros.
De hecho, el propio primer ministro heleno admite en privado que teme la reacción en Grecia. Fuentes diplomáticas europeas aseguran que es muy difícil que en tres días se apruebe todo lo exigido, y Tsipras va a tener extremadamente complicado vender sus pequeñas victorias a los griegos, tales como el mantenimiento en Grecia del fondo que confisca 50.000 millones en activos públicos para devolver préstamos y la reducción de la deuda. Porque lo que hace tres semanas se calificaba de"chantaje" ahora se ha transformado en un paquete de medidas todavía más duro.
Tsipras ha asegurado a los socios europeos que logrará mantener la unidad de su partido en el Parlamento y que la subida del IVA y la reforma de las pensiones, dos de las medidas que debe aprobar antes del miércoles, seguirán adelante, y ha dicho incluso que está dispuesto a cambiar a los ministros que se opongan a las medidas.
Sin embargo, desde The Wall Street Journal se apunta a que Tsipras tuvo que hacer auténticos malabarismos esta noche, ya interrumpió al menos cuatro veces las negociaciones para consultar los avances con sus socios en Atenas. Y esos malabarismos podrían no funcionar: las casas de apuestas ya le ven fuera del Gobierno, y su ministro de Trabajo ha dicho públicamente que espera que haya elecciones este año. También hay dudas de que los Griegos Independientes, nacionalistas de derechas, den su apoyo a las medidas.
La concepción de Europa
Pero quizá el mayor problema al que ahora se enfrente Europa no sea la sostenibilidad de la deuda de Grecia o incluso el futuro de la moneda única. El problema puede venir directamente de la "concepción de Europa", como ha advertido François Hollande.
No parece que recurrir a la amenaza para lograr una rendición sea el la mejor forma de funcionamiento en una unión. Algo achacable a Alemania pero que tampoco exime a Grecia. Quizá por ello, el líder de los liberales en el Parlamento Europeo, Guy Verhofstadt (poco sospechoso de congeniar con Tsipras) ha advertido de que el "thriller" griego ha mostrado que sin unión política el euro no será sostenible, ya que "no podemos permitir que la Eurozona sea rehén de los extremos a derecha e izquierda".
La crisis griega ha supuesto una nueva pérdida de tiempo mientras la fractura del problema sigue aumentando, tanto para Grecia como para el resto de la Eurozona. Porque ya no se trata de los 86.000 millones de un nuevo rescate, sino de los más de 240.000 millones que ya se han destinado a este fin.
Muy elocuentes son las palabras de Jean-Claude Juncker, presidente del Comisión Europea, que ha negado que el acuerdo sea una "humillación" para Grecia. "No hay ganadores ni perdedores. No creo que el pueblo griego haya sido humillado. Es un acuerdo típicamente europeo".
Típicamente europeo es no resolver una crisis que dura ya más de cinco años y no aprovecharla para dar un salto adelante en la integración europea. Porque sin un Tesoro común, eurobonos y alguna clase de transferencias entre países no habrá una verdadera unión. A pesar de las tímidas peticiones de países como España, el edificio institucional de la Eurozona que debe ser la base para la sostenibilidad del euro sigue incompleto. Y lo que es peor, paralizado y más cerca de la demolición que de la reanudación de las obras.
Webgrafia: www.eleconomista.es
Autor: RICARDO LARRECHEA
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