miércoles, 22 de julio de 2015

La ‘broker’ centenaria de Wall Street desvela los secretos de su éxito

Irene Bergman, a sus 99 años, sigue asesorando a inversores en la Bolsa de Nueva York

"Ahora todo es mucho más competitivo, hay muchos más puñales escondidos", dice

Irene Bergman, en su apartamento de Nueva York/ CHRIS GOODNEY (BLOOMBERG)
 
 
A punto de cumplir 100 años, Irene Bergman ofrece un consejo para disfrutar como ella de una larga carrera en Wall Street: no hagas estupideces. Bergman, de 99 años, es asesora financiera en la firma Stralem Co, donde trabaja desde 1973. Ser una de las profesionales más longevas en actividad, y en un sector dominado por hombres a los que dobla en edad, le ofrece una perspectiva infrecuente.
Nacida el 2 de agosto 1915, Bergman ha sido invitada a tocar la campana que abrirá una sesión de Wall Street. Será una de las personas de más edad que tendrá ese honor en la historia de este parqué, que tiene más de 198 años. Su cumpleaños cae en domingo, así que habrá que trasladar el homenaje, y la fecha todavía no se ha fijado, pero Bergman ya lo celebra. "Es un honor que nunca hubiera esperado", dice.
A la hora de evaluar los rendimientos de una inversión, esta asesora de Bolsa llama por teléfono a sus clientes, según explica en su apartamento de Nueva York, rodeada de cuadros de maestros holandeses. Dice que, aunque muchos inversores se obsesionan con obtener ganancias rápidas,  es mejor esperar como mínimo tres años, o incluso más, antes de evaluar las participaciones en empresas. Pero tampoco hay que tener miedo a revisar tus propias tesis, señala. Si una investigación a fondo recomienda un cambio de cartera, es necesario tener valor y cambiar.

Más "puñales escondidos"

"Cuanto más tiempo se lleva en el negocio, más pesimista se vuelve una", explica Bergman con voz suave, y añade que considera que las acciones están ahora demasiado caras. No obstante, "también puedo volverme alcista ya que, cuando miro una acción, puedo imaginarme dónde estaba hace 40 años".
Recuerda las pequeñas firmas privadas fundadas por judíos alemanes del siglo XIX, que posteriormente definieron Wall Street, hasta que su modelo de asociación dio paso a las cotizaciones en bolsa y el honor sucumbió a una presión cada vez más feroz por ganar. "La forma de hacer negocios cambió", dice. "Ahora todo es mucho más competitivo, hay muchos más puñales escondidos".
Los invitados al apartamento de Bergman en el centro de Manhattan, donde vive desde hace más de 60 años, pueden elegir entre tomarse un vodka o un whisky sentados en muebles fabricados en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. Los sillones franceses Luis XV están vetados.
Cuatro asistentes personales atienden sus necesidades las 24 horas del día, y recurre a sus colegas en Stralem, con sede en Nueva York, incluido el presidente Hirschel Abelson, cuando necesita realizar una investigación sobre determinados títulos y valores. Nunca se casó y no tiene hijos, pero sí una perra maltesa llamada Fanny.

Un sueño adolescente

Su carrera fue la realización de un sueño adolescente. En esa época escribió que quería seguir los pasos de su padre, que se dedicaba a la banca privada en la Bolsa de Berlín. Hacía que ese mundo pareciera muy "vivo", recuerda. Fue la primera mujer en alcanzar un puesto en ese mercado.
Sus aspiraciones se vieron frustradas cuando los nazis expulsaron a su familia judía de Alemania y luego de Holanda. Se instalaron en los Estados Unidos. En 1942, Bergman comenzó a trabajar como secretaria en un banco. Quince años más tarde, se incorporó a Hallgarten Co., una firma de la bolsa de Nueva York.
"Las mujeres no eran muy populares en Wall Street", recuerda. Entró en Loeb Rhoades Co. y en 1973, en Stralem, a donde finalmente sintió que pertenecía. "Fue el primer lugar donde me trataron como una igual". En Stralem tiene a su cargo activos por casi 2.000 millones de dólares y maneja una estrategia centrada en identificar acciones "de primera" y "baratas". Administra dinero para entidades y cuentas individuales, de las cuales 11 son suyas. Forma parte del comité de inversiones de la firma.
Bergman, que dejó de visitar la oficina en diciembre y cumple 100 años en agosto, atribuye su longevidad a sus buenos genes, no a una dieta especial. Asegura que logró una buena forma física montando caballos de doma hasta que cumplió 80 años y que se mantuvo mentalmente fuerte renunciando a su jubilación. Habla con colegas de Stralem diariamente y atiende a algunos clientes cada semana.

Recesiones, depresiones

"Ha atravesado ya múltiples ciclos económicos, altos y bajos, recesiones y depresiones, y tiene buenos presentimientos sobre la dirección de las cosas", considera George Falk, médico de 75 años de Manhattan de cuyas inversiones cuida Bergman. "Entiende cuáles son mis necesidades, guarda mis intereses en el corazón, y sabe que mi prioridad no es hacer un montón de dinero sin más. Tengo mucha confianza en ella". Bergman invirtió el 100% de sus fondos en bonos del Tesoro.
La experiencia de posguerra de su familia pesa en sus consejos de hoy. A su familia le costó una década recuperar su fortuna tras la llegada a Nueva York, ya que había sido congelada por las autoridades estadounidenses y holandesas. Por eso hace hincapié en la importancia de salvaguardar los fondos.
Un punto positivo para los inversores de hoy es la capacidad de vender grandes bloques de acciones rápidamente, considera Bergman. Hace años, habría llevado a Stralem una semana ejecutar una orden grande. Ahora se tarda horas o días. Al mismo tiempo, la velocidad tiene "grandes desventajas", avisa. "Las personas comercian con lo que no deben y hacen las cosas demasiado rápido", critica
Su cautela se ha traducido en clientes leales, según Philippe Labaune, jefe de operaciones de Stralem, que señala que en casi 20 años en la empresa, nunca la ha visto perder una cuenta, aunque algunas se cancelaron cuando sus dueños murieron.

Oportunidad perdida

"En este negocio lo más importante es conseguir la confianza de los clientes", recomienda Bergman. "No se trata de tener clientes de tres semanas, tienen por lo menos que quedarse tres años. Se necesita ese tiempo para saber si estás haciendo un buen trabajo", dice. Los clientes aprecian que ella tenga su propia fortuna. "Tienen la sensación de que no necesito exprimir sus cuentas, porque tengo mi propio dinero", considera.
Bergman recuerda una inversión que sí dejó escapar: Apple. "Me perdí de Apple totalmente", reconoce. "Apple fue demasiado para mí". Esto la lleva a dar otro consejo: tome sus propias decisiones. "Siempre me gusta hacer lo que quiero", dice. "Así no puedo culpar a nadie más".
 Webgrafia: economia.elpais.com

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