Japón está a punto de iniciar un importante experimento económico para sacar al país de la recesión.
Pero existen pocas garantías de que el experimento funcione.
Cuando el Banco de Japón se reúna la semana próxima, en general se espera que su nuevo gobernador, Haruhiko Kuroda, anuncie una dosis masiva de flexibilización cuantitativa, o QE por su acrónimo inglés, destinada a disminuir aún más los rendimientos de los bonos japoneses, reducir el valor del yen e impulsar un alza de la inflación a hasta 2% en un plazo de dos años.
Según un diario japonés, el banco central podría combinar los programas de compras de activos existentes, que actualmente totalizan hasta 3,5 billones de yenes (US$37.000 millones) por mes.
Derek Halpenny, titular europeo de investigación de mercados mundiales de Bank of Tokyo-Mitsubishi UFJ, estima que para lograr una política aún más expansiva el banco podría elevar el total mensual a 4 billones de yenes.
Dice que esto, de hecho, elevaría el nivel de la flexibilización cuantitativa de Japón más allá del nivel que ha aplicado otra gran economía que ha estado empleando medidas no convencionales para sacar a su país de la recesión: Estados Unidos.
"Eso dejaría al Banco de Japón comprando cerca de la mitad de lo que compra la Fed en términos de instrumentos de largo plazo sobre una base mensual, pero debido a que la economía japonesa representa solo un tercio del tamaño de la estadounidense, en términos del PIB el Banco de Japón ahora estaría siendo mucho más agresivo que la Fed", estimó Halpenny.
Del mismo modo, no existen garantías de que el ejercicio del Banco de Japón en realidad funcione y que Japón pueda terminar finalmente con 10 años de deflación.
Según Steven Barrow, titular de investigaciones en divisas de Standard Bank: "Aún no se ha dicho la última palabra sobre si la QE puede impulsar los precios al alza".
Primero, existe la cuestión de los rendimientos japoneses, que en el caso de los bonos a 10 años ya han caído hasta apenas por encima de 0,5%.
El objetivo del Banco de Japón sería que una QE adicional ayude a presionar los rendimientos incluso más abajo. Ciertamente, la QE en Estados Unidos coincidió con una abrupta caída en los rendimientos de los bonos del Tesoro, pero Barrow estima que el retroceso fue más el resultado de la propia crisis financiera que de otra cosa.
"La QE en Estados Unidos fue una reacción a una situación de crisis, la cual ya había reducido sustancialmente los rendimientos de los bonos y las tasas de política antes que la Fed comenzara a comprar bonos del Tesoro", dijo Barrow.
Entonces, ¿cuál es la situación de los rendimientos japoneses?
"Las tasas ya están muy bajas y, aunque las compras a gran escala de JGB [acrónimo inglés para los bonos del gobierno japonés] indudablemente pueden bajarlas un poco más, especialmente aún más debajo de la curva, aún es probable que sea marginal cuando se trata de influenciar al yen", argumentó Barrow.
Entonces surge la duda acerca del propio yen y si caerá aún más de lo que lo ha hecho en los últimos meses, y si eso tendrá un impacto sobre la inflación.
Una vez más, hay incertidumbre.
Como destacó Barrow, mucho tiene que ver con a la psicología deflacionaria, la cual está fuertemente arraigada en Japón después de tantos años de recesión.
Eso podría cambiar si la inflación comienza a aumentar. Pero la inflación sólo subirá si el yen cae lo suficiente como para impulsar los precios de las importaciones.
En otras palabras, Japón bien podría enfrentar una "situación del huevo o la gallina" en la cual la inflación es necesaria para ayudar a debilitar al yen mientras que un yen débil es necesario para ayudar a crear inflación.
Esto significa que el Banco de Japón tendrá que generar cierto impulso bajista para el yen por medio de la "aparición de sorpresas monetarias de tanto en tanto", sugirió Barrow, y concluyó que cumplir la meta del banco central de alcanzar una inflación de 2% en dos años podría resultar más difícil de lo que en general se espera.
Por NICHOLAS HASTINGS W.S.J March 27, 2013