Como ya sucedió en el pasado, las elecciones presidenciales de EE.UU. de este año pueden llegar a definirse por alguien que no es candidato. La carrera entre el presidente Barack Obama y el retador Mitt Romney está tan pareja (desde el punto de vista de la intención de voto), que todos comenzaron a mirar hacia la oficina de Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, quien se erigiría en el árbitro de esta contienda.
Las encuestas que se han venido publicando últimamente muestran que ambos candidatos se reparten los votantes (47% de las intenciones de voto para cada uno), señal de que Romney ha ido recuperando terreno frente a la ventaja inicial de Obama. Y que la falta de reactivación económica (en gran parte debida a la crisis europea) comienza a pesar en la campaña electoral mucho más que temas de política exterior o las debilidades de cada contendiente.
Aparte de esta extrema polarización del electorado, el Congreso se encuentra maniatado (cada cámara está controlada por demócratas o republicanos) e impedido de aprobar leyes que puedan repercutir en el nivel impositivo o la economía antes de que se celebren las elecciones del 6 de noviembre próximo. Eso significa que el voto se definirá en otros aspectos donde los políticos tendrán menos influencia directa (se parte del supuesto de que ambos candidatos son lo suficientemente profesionales como para no cometer errores garrafales que les cueste la victoria). Y aquí entra a pesar una vez más lo que haga la Fed en los próximos cuatro meses.
Desde el punto de vista histórico, no sería la primera vez que el máximo organismo monetario se convierte en el árbitro de la elección, inclinando la balanza hacia un lado y definiendo al vencedor de acuerdo a qué política adopta en los meses previos. De hecho en 1972, hace exactamente 40 años, el presidente de la Fed Arthur Burns fue acusado por los demócratas de facilitar la reelección del entonces presidente Richard Nixon al sobre estimular la economía, lo que después provocó uno de los períodos de mayor inflación de la historia de EE.UU..
Veinte años más tarde, en 1992, el presidente saliente George Bush (padre) acusó a Alan Greenspan, nombrado por su antecesor y copartidario Ronald Reagan, de haber contribuido a su derrota a manos de su contrincante Bill Clinton a raíz de las políticas contractivas aplicadas por la Fed. Luego, el cambio de política adoptado por el organismo, que impulsó el boom económico de los 90, ayudó en gran medida a la reelección de Clinton cuatro años más tarde.
Hoy no se puede decir que las medidas llevadas adelante por Bernanke y su equipo hayan sido perjudiciales para el gobierno de Obama. De hecho, la baja de las tasas de interés hasta casi cero y la emisión masiva de dinero sirvieron para evitar que la crisis se convirtiera en una depresión profunda. Y que la economía se recuperara más rápido que en la zona euro.
Pero los principales indicadores económicos no terminan de arrancar y eso comienza a jugarle en contra a Obama.
De hecho, hay varios analistas que ya han manifestado que el Presidente debería olvidarse de contar con la ayuda de la Fed en este año electoral, porque el organismo ya se gastó todas las balas. Munición que permitió que la imagen de Obama no decayera aún más en estos últimos tiempos. Pero todavía sigue dando vueltas la posibilidad de lanzar el tercer programa de estímulo monetario, conocido como “Quantitative Easing” (Relajamiento Cuantitativo), que triplicó la base monetaria en 3 años y que agregaría otros cientos de miles de millones de dólares más a los ya emitidos (cualquier similitud con la política aplicada por Arthur Burns no sería mera casualidad).
Las últimas minutas de la Fed publicadas la semana pasada no dan ninguna pista sobre el lanzamiento del QE3.
En peligro
Sin embargo, de algo puede estar seguro Bernanke y es que, en caso de ganar Romney en noviembre, su cargo corre serio peligro. Porque a pesar de que su mandato termine en enero de 2014, el candidato republicano ya se manifestó públicamente a favor del cambio.
Para el arco republicano, la Fed es poco menos que la esencia del mal, al haber intervenido de manera tan directa en la economía con sus medidas ultra expansivas. Muchos creen que el organismo se encuentra completamente politizado y que se ha apartado en estos últimos años de su rol original, impulsando primero la burbuja inmobiliaria, a continuación su estallido y luego la peor crisis desde la Gran Depresión y la reactivación más lenta de la historia de EE.UU.. Y ahora, tras los dos QE, el país corre serios riesgos de caer nuevamente en un período de alta inflación.
¿Qué va a hacer la Fed de aquí a las elecciones? Si uno se guía por las últimas minutas, sus próximos pasos son un misterio. El organismo sabe que una nueva ronda de estímulo monetario generaría la ira de los republicanos, pero mantenerse neutral tampoco la evitaría a esta altura del partido. Y por el lado de seguir estimulando la economía, parece creíble el comentario de que las herramientas se estarían agotando. Erigido en árbitro supremo de la contienda, saber hacia qué lado se va a inclinar el fiel de su balanza parece hoy una quimera.
MARTÍN BURBRIDGE Buenos Aires
http://www.cronista.com/finanzasmercados/La-Fed-en-tiempos-electorales-Bernanke-se-debate-entre-ayudara-Obama-y-no-provocar-a-Romney-20120716-0059.html
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