Cuestiones de política cambiaria
El miércoles 8 de octubre, la Reserva Federal dejó traslucir su preocupación por el futuro económico de Estados Unidos, habida cuenta de qué lo que parecía un camino algo más tranquilo en la salida definitiva de la crisis, se ha convertido, una vez más, en una cuesta empinada y difícil de transitar.
Entre los argumentos que motivaron la inquietud de la Fed a través de las Minutas de su reunión de política monetaria de septiembre, se encuentra el alza del dólar en todos los frentes, pero principalmente en sus cruces con las monedas denominadas duras, cuales son el euro, la libra esterlina y el franco suizo, entre otras. La divisa norteamericana tomó fuerza, claro está, ante la mayoría de las divisas de los países emergentes, y también frente a las monedas denominadas “commodities”, es decir aquellas que, como el dólar canadiense, el dólar australiano y el peso mexicano, varían en su tipo de cambio en función de las variaciones de precios de las materias primas, principalmente el oro y el petróleo.
Los dichos de la Fed, que hasta hace poco venían dejando ver un ligero optimismo dentro de su cautela habitual, motivan a pensar que medidas toman los bancos centrales para oxigenar su política monetaria y/o cambiaria, en momentos en que sus respectivas monedas se aprecian o se deprecian frente al dólar, única divisa frente a la cual cotizan directamente, con excepción del franco suizo, que analizaremos más abajo. La inflación, en Estados Unidos, se encuentra muy lejos del 2% anual, meta fijada por la Fed.
El Banco Central Europeo ha tomado medidas durante los últimos meses que, sin hablar de devaluación, lograron dicho objetivo: tasa de interés en el 0,05%, planes de estímulo a la economía, que incluyeron cambios en el estatuto de la entidad para poder implementarlos, etc. El euro, que había rozado 1,40 a principio de mayo, lucha ahora por no perder la cota de 1,25. El índice de inflación de la Eurozona aún permanece en valores casi nulos, con un alto peligro de deflación en el corto plazo.
El Banco de Japón implementó una política de devaluación del yen que se puso en marcha incluso antes de su propia implementación oficial. Cuando a fines de 2012 el entonces candidato a Primer Ministro Shinzo Abe anunció tal plan, la divisa local comenzó a perder terreno desde su máximo de 75,50 frente al dólar que alcanzó meses antes. Su precio actual, aún cuando las llamadas Abenomics (medidas que el propio Abe junto con el Gobernador del Banco de Japón, Sr. Haruiko Kuroda) se encuentran a mitad de camino, ya superó las 110 unidades, y se encuentra ahora en una lógica corrección con objetivo en 104 en el corto plazo.
Mensualmente, el Banco de Japón anuncia su política monetaria, con tasa de interés a menos del 0,1%, y una enorme inyección de yenes en el circuito económico. El objetivo del Gobierno japonés y de su Banco Central es acercar la inflación al 2% en varios años.
El Banco de Inglaterra, en tanto, mantiene una política monetaria sin cambios desde marzo de 2009. Con el estallido de la crisis de septiembre de 2008, el BoE redujo sus tipos de interés al actual mínimo de sus más de 315 años de historia, al 0,5%. Si bien han crecido las versiones sobre un incremento de los mismos, los plazos se han ido estirando desde octubre de 2014, algo que evidentemente no ocurrió, hasta mediados de 2015. El Gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, fue quien meses atrás habló de tal posibilidad, cuando los datos macroeconómicos de Reino Unido parecían ofrecer un panorama muy alentador. Sin embargo, desde agosto pasado, varios informes reflejan que la economía británica aún se encuentra lejos del ideal, sobre todo en materia de producción industrial, mejoras en el mercado laboral y metas de inflación, que también se fijan en el 2% anual.
El Banco Nacional de Suiza reaccionó de forma original cuando a mediados de 2011 los inversores pusieron de moda, como pasó muchas veces en la historia, al franco. El tipo de cambio USD/CHF llegó una mañana a 0,70, lo cual desesperó a las autoridades del BNS, que sin demora decidieron anclar al euro su principal referencia cambiaria, con dos topes entre 1,20 y 1,25. De modo tal que el franco no se apreciará o devaluará directamente frente al dólar, sino ante el euro, y términos muy acotados, atando su suerte a la de la moneda única. Las medidas dieron resultado: solo una vez en 3 años el tipo de cambio EUR/CHF superó 1,25, y lo mismo ocurrió ante la apreciación del franco, con un mínimo en 1,1990 en tal paridad.
Con este panorama, y aún con el atenuante de que estamos hablando de países centrales, de Instituciones centenarias, de funcionarios que siguen una tradición en el fondo y en las formas, y que han atravesado varias crisis durísimas, nos ocupa ver que está haciendo el Gobierno de Argentina en materia de política monetaria y cambiaria, y cuales serán las consecuencias en un plazo que difícilmente exceda el fin de 2014.
En octubre de 2011, ante la fuga incontenible de dólares del país, el Gobierno argentino decidió implementar un “cepo” a la compra y venta libre de dólares; en términos coloquiales, prohibió la libre circulación de moneda extranjera. No hace falta decir que en menos de 24 horas, y como ocurre con cualquier mercado, se trate de dólares, bebidas alcohólicas o ropa de niños, apareció un mercado paralelo para el dólar.
Este nuevo mercado, que representa la única, y triste, forma de hacerse de dólares por parte del público en general (existe una forma “legal” que consiste en un complicado cálculo que incluye el salario de bolsillo de los trabajadores registrados, los impuestos que paga, su posición fiscal, el mínimo no imponible para estas operaciones, pero que en cualquier caso no permite adquirir más de 2 mi dólares mensuales, y solo si la agencia fiscal lo permite en línea, a total discrecionalidad del mismo), no solo floreció a través del tiempo en volumen, sino en la brecha entre este tipo de cambio y el oficial.
En la actualidad, el precio “oficial” del dólar, que es solo una referencia para perjudicar a los exportadores, a los que se les liquida sus acreencias en moneda local y a dicho tipo de cambio, se encuentra en 8,45/8,50 pesos. El tipo de cambio paralelo (también llamado blue), ronda los 15 pesos, luego de superar los 16 a fines de septiembre, y con un horizonte que lo sitúa en 18 pesos en no más de 45 días, y en 20,50 para fin de año. En octubre de 2011, el único tipo de cambio se encontraba apenas por encima de los 4 pesos.
Lo interesante es ver como combate el Banco Central, que dejó de ser un ente autárquico para convertirse en una mera dependencia del Gobierno, el crecimiento del dólar paralelo. La última iniciativa consiste en poner trabas a una forma legal de conseguir dólares que consiste en la compra de acciones que cotizan en la también debilitada Bolsa de Comercio de Buenos Aires y en Nueva York. Luego de su adquisición, y pasados 3 días hábiles, quien compra dichas acciones puede venderlas en la plaza neoyorquina obteniendo dólares que quedan depositados en Estados Unidos.
En principio, nada tiene de malo esta operatoria, y mucho a favor: no salen dólares del Banco Central, los exportadores pueden pagar sus cuentas en orden y a un tipo de cambio favorable. Pero justamente, dicha ventaja se constituye en el problema para el BCRA: el tipo de cambio de esta operatoria, llamada “contado con liquidación” presiona sobre el tipo de cambio paralelo. De modo tal que esta alternativa se ha visto prácticamente anulada en los últimos días, sin pensar que por algún lado se canalizará la demanda de dólares.
Entonces, y aquí llega, y perdón por toda la explicación anterior, la alternativa más original: si Usted camina por el centro financiero de Buenos Aires, se encontrará con camiones de la Polícia Federal y de la Gendarmería Nacional buscando lugares donde se compran y venden dólares. Y lo más gracioso, que lo sería si no se tratara de una triste realidad: un pequeño ejército de simpáticos perros Golden vestidos con el uniforme azul de la AFIP, la agencia de recaudación de impuestos local, caminando en busca de gente que lleve dólares en su bolsillo y eventualmente multarla.
Probablemente, la Fed, a través de su presidente Janet Yellen, cuyo marido fue en su hora Premio Nobel de Economía, el Banco Central Europeo, a través de su titular Mario Draghi, o Carney en Reino Unido, o Kuroda en Japón, no habrán jamás imaginado que la solución a la cuestión del tipo de cambio pasaba por enviar perros o a la policía a la calle.
Claro que, seguramente, tampoco imaginan a sus respectivos países con una inflación del 45% anual, sus economías en default por segunda vez en 13 años, las instituciones que comandan con reservas internacionales convertidas en papeles sin valor, y una hiperinflación golpeando la puerta de sus despachos. Las autoridades argentinas no lo imaginan, lo viven, y los argentinos no lo soñamos, lo sufrimos.
Adrian Aquaro
Estratega de mercado
Research Team
e-Mercava & tradercollege
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