martes, 14 de mayo de 2013

¿En qué consiste la ilusión monetaria?


El estado de ánimo de la sociedad tiene más relación con el estado de los mercados financieros que con la evolución de la economía real. La renta variable sube en valoración y un gas inerte comienza a desprenderse entre los agentes económicos. Los niveles de oxígeno comienzan a descender y los movimientos se retardan casi sin despertar sospecha. Muchos representantes sociales sienten un efecto placebo intenso que impulsa actuaciones repetidas e inocuas para la actividad. Pero esta realidad es conocida por muchos de los directores de la economía global por lo que ajustan sus mascarillas de respiración y dotan nuevas dosis del famoso preparado. La pregunta que nos atañe es saber si estos directores tienen mascarillas de calidad que minimizan el riesgo de filtración. Si los dispositivos no se cierran a tiempo el efecto final sobre la actividad económica podrá ser incierto.
La secuencia de creación de dinero podría resumirse en los siguiente puntos:
 
Primero. Estados Unidos ha creado dinero nuevo durante el último año en un volumen similar a toda la deuda española. Esta actividad frenética continúa el plan iniciado hace varios años y tiene visos de continuar durante unos cuantos meses más. Así, los dólares han inundado los mercados buscando rentabilidad primero en las emisiones de deuda de las corporaciones, después en las emisiones soberanas de los estados y finalmente en las acciones cotizadas en todos los mercados internacionales.
 
Segundo. Contagiado por este impulso monetario, Japón, harto de mantener una activad estancada durante décadas y envidioso de los efectos placebos que los dólares están generando en la economía mundial, ha tomado la arriesgada decisión de sumarse al proyecto de inyectar cañones de yenes al sistema financiero internacional.
 
Tercero. El exceso de liquidez ha tenido por efecto el descenso de las primas de riesgo de los países más penalizados internacionalmente por su escasez de reformas efectivas. En esta tendencia numerosas voces europeas han solicitado al Banco Central Europeo una política de apoyo similar mediante un programa de monetización directa de la deuda europea. Sin duda, esta dinámica ha conseguido frenar la sensación de quiebra del sistema financiero internacional, pero, por otra parte, ha desactivado el modo de alerta de las economías occidentales. En la vertiente macroeconómica, la puesta en marcha de reformas estructurales más efectivas se están retrasando tanto en la vertiente local como en la internacional. En Estados Unidos se demoran los ajustes fiscales y en Europa, una integración fiscal mucho más valiente. Desde la perspectiva microeconómica, las viejas fórmulas están encontrando de nuevo hueco. Como ejemplo, tomamos el sector financiero y observamos cómo en nueve meses los tentáculos del sistema han puesto de nuevo a funcionar las viejas máquinas de creación de productos financieros con alto riesgo, alta remuneración y elevados conflictos de interés.
 
Las alertas anunciando un probable fallo en las mascarillas comienzan a escucharse de forma cada vez más significativa. En Estados Unidos, las voces contra la actual política monetaria se empiezan a escuchar en la Reserva Federal y también los acuerdos entre los congresistas americanos para implementar gradualmente un ajuste fiscal centrado en aumentos de impuestos y descenso de gastos públicos.
 
En Europa, la recesión económica, la exigua presión inflacionista, el desproporcionado nivel de desempleo y el elevado endeudamiento están trazando un camino directo hacia la integración real de la economía europea y, con ello, hacia el desarrollo de un adecuado marco europeo de entendimiento entre la aplicación de las políticas de ajuste estructural y las políticas de crecimiento. Con ello, es probable que esta ilusión por un crecimiento fácil termine por evaporarse en cuanto los datos de la economía real desvelen otra realidad. Como siempre, las políticas de demanda permiten navegar en el ciclo económico pero las políticas generadoras de crecimiento real son siempre políticas de oferta.
 
Por suerte para los ciudadanos, el cambio que debemos hacer es tan profundo y tan definitivo que cualquier medida generadora de ilusiones falsas terminará por diluirse y cualquier retraso en la toma de acuerdos pendientes de un calendario electoral acabarán por penalizar definitivamente a su conductor. Así, podríamos considerar que la pregunta inicial tiene dos respuestas: las mascarillas no son de calidad y, por tanto, el gas intoxicará a los directores de la economía global, sin embargo, los vientos de cambio son tan fuertes que acabarán por limpiar suficientemente los recovecos de la actividad económica.
 
Javier Kessler Saiz, de Kessler y Casadevall AF.
elEconomista.es

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